jueves, 15 de abril de 2010

Algunas citas del libro


Eugenio "Melena" Paredes (1889 -1961)
más conocido como Melena Paredes, fue el primer buzo escafandra que llegó a trabajar y vivir a Maullín. Su hijo, Salvador Paredes, nos contó parte de su historia.

“Melena nació en los Muermos, en una familia de agricultores. A los 18 años fue con su padre, don Vicente Paredes, a Corral y se enlistó en la Armada, en la Marina de Guerra. Ahí comenzó a navegar, andaba siempre embarcado, estuvo embarcado en el Blanco Encalada como buzo de salvataje.

En la Marina aprendió el buceo y los fines de semana trabajaba de manera independiente. Así le gustaba más, le gustaba ser libre, por eso a sus embarcaciones les ponía “Libertad 1”, “Libertad 2”, a todas les ponía Libertad, eso le gustaba.
Cuando dejó la Armada compró un equipo de buceo en un remate de la Marina en Talcahuano, de ahí pasó a trabajar dos años a Corral y de ahí se vino en un bote de siete metros. Se vino a vela y remo hasta Maullín, tenía como treinta y dos años cuando llegamos acá, cerca de 1945. En esa época no había nadie que trabajara de buzo.

Aquí se dedicó a sacar choros, pero poco, para consumo de las poquitas personas que había. La gente del campo que estaba en buena situación eran sus mejores clientes: ganaderos, madereros, agricultores que tenían de todo, no se hacían problema en comprar un saco de choros para la semana o el fin de semana.

En ese tiempo vivíamos en Lepihue, dejábamos la chalupa donde Carlitos García, en ese tiempo no había muro costanero, ni muelle tampoco, los sitios de las casas llegaban hasta la playa, Muelle Cariquilda le llaman ahora. En Lepihue la gente se dedicaba a la agricultura y a hacer carbón, que se usaba mucho en esos años. Acá en Maullín la mitad de la gente tendría estufa, el resto usábamos brasero con una rejilla arriba para poner la olla. Y como la familia se movía tanto no íbamos a andar embarcando la estufa.

También estuvimos arranchaos en Quenuir bajo, allá la gente trabajaba en la tejuela de alerce, iban a Estaquilla, Río Techao, ese era su trabajo: tejuela corta o larga. Las llevaban en chatas hasta San Pedro, iban a remo y vela, bien cargaos. Lo único que los salvaba es que cuando naufragaban no se iban a pique. Después encontraban la chata flotando y los tripulantes amarrados al palo, pero no se hundían por el alerce. Las tejuelas iban amarradas al bote pa que no se les fueran con alguna ola grande. Y además, así no se hundían.

En nuestra familia siempre andábamos viajando. Estábamos en Chonchi, unos dos, tres meses, se aburría mi papá: “Ya, mañana nos vamos pa Maullín.” Echábamos pan, café, azúcar, sal y manteca en una caja, al otro día en la mañana embarcábamos y nos íbamos nomás, así, sin aviso. A veces no había viento así que salíamos a remo. Para llegar a Chonchi desde aquí (Maullín) demorábamos tres días, a vela y remo. En esos tiempos no se conocían los motores.

Una vez estábamos en Melinka: “Ya, nos vamos a Quellón no más” dijo mi papá, mi mamá y los cuatro niños lo seguíamos a todas partes.
Me acuerdo de una vez que estábamos en Ancud y al otro día en la mañana nos fuimos a vivir a Puelo. Dejaban su casa encargada y nos íbamos nomás. Tenían su casita en Chonchi, Puelo, Maullín y Lepihue. Dejaban abandonado un año volvíamos un par de meses y partíamos otra vez.

A veces, después de pasar un susto, nos íbamos a otro lugar. A los dos, tres meses estábamos de vuelta. Se le pasaba el susto a mi papá y volvíamos, siempre andaba con eso.

Desde octubre o noviembre nos veníamos a Maullín y estábamos aquí hasta abril, después no había curanto, bajaba la demanda de su producto, y en Chonchi se ponía bueno el negocio de los choros, pasaban los barcos a buscar pa llevar a Puerto Montt. Hasta seis meses estábamos fuera de la casa. A pura rancha no más.
Mi papá era caletero. Anduvimos por las Guaitecas. También vivimos en Puerto Aguirre, yo tenía como seis años cuando salió a Puerto Edén, anduvo como tres meses y de repente volvió a Puerto Aguirre, donde estábamos con mi mama y mi hermano. Llegó con un tripulante indio, le decían el chonque y no tenía ningún nombre más.
Mi papá decía que en Puerto Edén estaba con todo el “indierío”, así decía. Contaba que había hartos indios, decía que la gente civilizada abusaba mucho de ellos, que andaban en canoas y que cuando los veían pasar se acercaban a pedirles víveres, y los cambiaban por pieles de nutria (coipo) o lobo. Así es que mi papá después llegaba a la casa con esos cueros.

Melena se dedicó hasta los setenta años al mar y un año después falleció. (Salvador Paredes)


(Escafandras bajo el mar, 2009: págs 23-24)

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