lunes, 24 de mayo de 2010

A 50 años del terremoto de Valdivia 1960


El día 22 de mayo recién pasado se cumplieron 50 años de que ocurriera el terremoto y maremoto más grande que la humanidad alla podido registrar: Valdivia 1960.

Con una magnitud de 9.5 grados en la escala de Richter es el antecedente directo de la enorme catastrofe que vivimos en la actualidad.

Aqui queremos mostrar lo que viveron los Escafandras bajo el mar para esa apocaliptica tragedia vivida hace 50 años, estamos seguros que alguna enseñanza obtendremos de su histórica experiencia.

MAYO DE 1960

…En la Isla Sebastiana todavía no estaban pa morir…en Maullín se salvó el gato, y navegando desde Pinuno a Quenuir se perdió el Flaco González.

El terremoto del 22 de Mayo de 1960, más conocido como el Maremoto de Valdivia fue feroz: alcanzó 9,5 grados en la escala de Richter, sintiéndose en todas las costas del Pacífico, es el más grande del que se tenga registro en todo el planeta. Existen varios estudios y publicaciones sobre el maremoto del sesenta, aquí no lo abordamos en profundidad, solo reproducimos los relatos de los coautores de este libro:
En la Sebastiana: “Todavía no estábamos pa morir.”
Don Eliseo vivía en Carelmapu, y como era frecuente en esos años trabajaba la ostra con su tripulación en la Bahía de Ancud, sin embargo la ostra estaba escasa y había mar calma, así es que habían decidido salir al loco. En eso estaban cuando vieron un barco naufragado en la Punta la Pelá, se entusiasmaron y partieron a ver qué pasaba en La Sebastiana.
Al llegar, vieron “tremendo animal” ¡Era un barco enorme! tenía unos ciento ochenta metros de largo. Dicen que era noruego, otros que era libanés, dicen que era de Aristóteles Onassis. El Coral parece que se llamaba. (Moroco)
Ahí estaba también La Gloria, la lancha de la Capitanía de Puerto de Ancud, los marinos estaban rescatando cosas, hicieron viajes todo el día llevando cosas del barco. Estuvieron todo el día esperando que se fuera La Gloria, pero la última vuelta que dio ya estaba casi oscuro. Así es que decidieron quedarse por ahí a pasar la noche, había otras lanchas esperando lo mismo. Todos se quedaron a pasar la noche.
Al día siguiente el tiempo seguía bueno así es que se fueron derechito a sacar lo que más les interesaba del barco: el cabo pa fondeo. Llevaban dos embarcaciones, una a motor y la otra al pasito (remolque). Un primo de Eliseo subió al barco y les tiró una punta del cabo, estaba nuevito, era de tres cuartos, especial pa fondeo. Y empezaron a tirar, pero no se acababa nunca. Cargaron tremendo alto, las dos chalupas en puro cabo, y otras cositas: atornilladores y cuestiones de esas. Pasaron a dejar unas pocas cosas a la Isla Sebastiana y se fueron afuera a Farellones a esconder el cabo que habían sacado. Dos días después vino el terremoto y se llevó todo.
Por ver qué podían sacar del barco no fueron mar adentro al loco.
Eliseo y su tripulación fueron a ver el barco antes, pero el día del terremoto había trece personas mirando y sacando cosas del barco y estuvieron tres días allí después del terremoto. Nadie se dio cuenta que había gente. Hasta que el carabinero Rosas, que estaba allá, empezó a disparar hacia las casas, arriba. Ahí se dieron cuenta que había gente en el barco.
El Finaito Atilio (de Maullín), botó una chata y los fue a sacar a todos. Las trece personas se salvaron. Nosotros creíamos que estaban todos muertos ¿Quién iba a pensar que se habían salvado? Dicen que había uno que lloraba y rezaba. Fueron por mirar y los pilló el maremoto. Se salvaron todos, si. (Eliseo Sánchez)
José Ulloa, más conocido como Moroco es una de las personas que se encontraba en el barco el día del terremoto.

Como a las dos de la tarde sentimos que el barco se movía para todos lados, estábamos en una bodega, sacando unos tremendos pernos, subimos a mirar arriba, y bajamos otra vez a trabajar, estaríamos unos quince minutos abajo cuando sentimos el griterío arriba, así es que subimos a mirar. El mar estaba a cuatrocientos metros de altura ¡Era enorme! Así es que salimos disparados pa la proa. Había otro caballero que se quedó un poco atrasado pero se agarró de unos tensores, subió, y se salvó. Éramos como trece personas, todos agarrados del barco. Era como una isla, piense que el barco iba cargado de fierro para Argentina. (Moroco Ulloa)
Modesto Antecao también andaba mirando qué pasaba con el barco naufragado. Andaban en un bote chico con otro compañero, cuando empezó a temblar. Ahí partieron a Carelmapu, se fueron con la primera subida de mar; subió a la Picuta y ahí vio cómo se secó la Bahía de Carelmapu:
Se veían hasta los chapos. En eso veo una especie de polvareda en el océano. Era el mar que venía avanzando. Era como si vinieran cinco mares feroces. Eso barrió la Isla Sebastiana, Farellones, y por Quillagua también pasó pa arriba. Así es que cuando vi que eso venía, le grité a la gente que estaba mariscando: “Apúrense que el mar viene de vuelta” Para que salieran, que el mar se venía con la segunda rellená. Ahí alcanzaron a arrancar y se salvaron todos.
Eso me tocó verlo, y avisarle a la gente pa que se salve. Yo andaba de mirón casi. Es una cosa que no ha visto antes y no piensa que va a venir. Nosotros pensamos que era alguna maldad que estaban haciendo los dueños del barco, una bomba que hubieran tirado pero no fue eso, fue el sismo que se produjo en el océano. Después se veía una piedra pómez que flotaba, de esa botó el mar acá afuera. Por eso pensamos que reventó un volcán y salieron esa clase de piedras (Modesto Antecao).
Vida de gato.
Ese día Carlos Peña había salido con dos compañeros a la pesca, andaban por Maullín, frente al Pangal.
Calamos la red, hicimos fuego para tomar un mate, cuando empezó el movimiento de tierra, el bote se nos dio vuelta, ahí murieron mis dos compañeros. Los pasó a buscar una mar, una ola grande.
Al primer compañero lo perdí en la primera ola grande lo pasó a redar al tiro, los dos cayeron ahí y yo me salvé porque me metí adentro del bote, sino no estaría contando la historia.
Ahí ya quedé solo adentro del bote, lleno de agua, y con la ropa rota. La fuerza del mar me sacó para afuera, para el Canal de Chacao, y después una marejada grande que vino me volvió a tirar para adentro para la barra, me tiró a la isla (Amortajado) y después a Quenuir, ahí andaba con los ataúdes al lado, porque el mar barrió con el cementerio de Quenuir, se venían las casas con la gente en el segundo piso, gritando, llegaba el mar, los agarraba y se terminaba la función, los chanchos, las gallinas, todo se llevaba.
De las tres a las nueve de la noche anduve en el agua. Fue el destino no más, no estaba para morir, como a las 9 de la noche salí para Quenuir. En ese momento uno no piensa nada, no tiene miedo, no tiene nada, uno queda como trastornado de la cabeza. Al final fui a quedar por Chuyaquen, ahí estuve como cinco días, porque estaba todo lleno de agua. En Maullín habían pasado censo y me tenían en la lista de los muertos.
Cuando llegué a Maullín estaba todo patas arriba no pillaba a mi gente, a mi mujer, a mi chica, estaban en la escuela. Cuando llegué fue igual que si hubiese llegado un presidente. Tremenda historia, si a mí me dicen que tengo vida de gato. Después del maremoto volví a trabajar en el mar. Sin temor (Carlos Peña).
Desde Pinuno a Quenuir Bajo
Antes del maremoto había como dieciocho personas de Maullín y Quenuir que habían salido a trabajar el loco por Estaquilla y Pinuno. Andaban Coque Lastra, Coque Díaz, Saladino Hernández, Braulio Reyes, Carlos García, Artemio Vera, Luciano Ulloa, Nicolás Ojeda, Waldo Muñoz, René Serón, Horacio Hernández, Raúl González, Agustín Arismendi, y otros.
A la mayoría el sismo los pilló varados en Pinuno, en las ranchas. Algunos estaban limpiando o arreglando los motores, otros ya habían armado las lanchas, dejado los palos listos para sacar las embarcaciones, estaban almorzando antes de salir cuando empezó el terremoto.
Fueron más de ocho minutos de movimiento, veíamos caer los cerros, como sonaban, apenas nos sosteníamos de la embarcación que estaba varada.
Cuando vimos como se estaba recogiendo el mar, cientos de metros, nos fuimos para arriba porque había un buzo de Carelmapu que sabía y nos dijo que después iba a salir el mar. Nosotros no teníamos ni idea, de no ser por él nos hubiera pillado el mar. Donde habíamos estado pasó el mar, de ahí baldeó todo el cerro, pasó una tremenda altura de arena y siguió para el otro lado. Cuando ya se fue pa abajo, nosotros vimos como se hacían pedazo las lanchas. Uno dijo que tratáramos de salvar algo, yo dije: “si con suerte nos salvamos nosotros”
“Vámonos pa Quenuir a ver a nuestras familias”, dijo uno, y empezamos a caminar. Al que encontrábamos en el camino nos decía “No sacan nada con ir a Quenuir, están todos muertos. Allá no quedó nadie” Después decidimos que era mejor no preguntarle a nadie. Esa noche nos amanecimos afuera, no podíamos pasar, estaba todo inundado, y nos fuimos donde las personas del campo que estaban arrancados igual. (Horacio Hernández)
De ahí tuvimos que bajar a una pampa y de ahí una ladera, subimos corriendo y a cada rato había movimiento, cuando llegamos a la parte de Quillagua ya había pasado una media hora y lo que es esa parte del cerro de Quillagua a Maullín, por Amortajado, eso estaba seco, con posas no más, se veían los chapos, vimos cosas que nunca habíamos visto. Eso estaba seco y en ver esa barbaridad, miramos hacia Chiloé, eran como las tres y media de la tarde y vimos un humo en el vértice más alto de Chiloé, era que el mar pegaba en el cerro y subía. Cuando nos fijamos, desde Chiloé a Quillagua era una sola ola que venía, pero era una pared de agua negra, no sé qué altura, porque no quisimos ver más, pensamos si esto llega aquí nos ahogamos, entonces cada uno hizo sus oraciones. Mi familia estaba en Quenuir, en un bajo, ahí no quedó nada, pasaron las olas por encima. Entonces yo dije: “Si se salva mi familia y me salvo yo, no trabajo nunca más como buzo”. Ahí hice mi juramento. Dejé de trabajar de buzo desde ese entonces.
Después empezó a lloviznar, encontramos un hombre llorando con sus hijas, ahí nos quedamos esa noche y empezó a subir gente que se había salvado, nos quedamos debajo de una mata de quila, pusimos unos tablones y ahí esperamos la noche. A ratos temblaba, llegaba más gente. Seríamos unas cuarenta personas. En la mañana llego Colichun un amigo mío, llegó mojado, “me salvé” -me dijo- “quede colgado de un árbol.” Le pregunté por mi familia “Parece que se la llevó el mar me dijo.”
De madrugada alguien encendió una vela, y rezamos el rosario, fue bien triste. Al rato empezó a aclarar un poquito, y como seis personas partimos a ver qué paso en Quenuir.
Nos trasladamos a Quenuir alto, donde René Serón tenía una casa un poco mas afuera de Quenuir, ahí llegamos a saber noticias. Hasta el otro día vimos que llegó la lancha y venía mi familia arriba, esa lancha era para cuarenta personas y venían como setenta entre adultos y niños que se salvaron. Esa vez murieron setenta y seis personas en Quenuir (Jorge Lastra).
Se perdió el Flaco González
Todos alcanzamos a entrar ese día, el único que no llegó fue el Flaco González, un amigo de Carelmapu que estaba aquí en Maullín. Yo lo alcancé por la salida de Estaquilla, había quedado en pana. Venía navegando a remo, despacito y cargado. Yo le dije que tirara su cabo para remolcarlo, y me dijo que no: “Déjalo no más si yo vengo despacito.” (A. Arismendi)
Después pasó por Pinuno, cerquita de la costa, donde estábamos arranchados almorzando. Ahí le hacían señas para que venga a tierra, a almorzar, que después le hacíamos el remolque, pero no quiso. Cuando empezó el movimiento de tierra don Carlos dijo “A González lo va a agarrar en el mar”. Eran tan amigos. (Horacio Hernández)
Así fue, la marejada los sorprendió en el mar, a la altura de Quillagua. González era patrón y buzo, con él venían tres tripulantes. Todos fallecieron: Chito Saldivia, Totoa Cornejo, y un chico Paredes. De los cuatro, encontraron a dos: Chito Saldivia apareció en las dunas del río Maullín, y Totoa fue a aparecer en Quemchi, Chiloé. Mi viejo (González) y Paredes no aparecieron nunca. La lancha varó en Mar Brava (Carelmapu) afuera en la playa. Ahí apareció la lancha solamente, sin motor, ni compresora, ni nada. (Lito Saldivia). (Escafandras bajoel mar; Ed Cuarto Propio, 2009, pags:82-86)

martes, 18 de mayo de 2010

Lanzamiento del libro "Caleta El Membrillo: más allá de las postales"


Estamos muy felices de poder contar a todas y a todos que el día sábado 22 de mayo de 2010 se lanzará "Caleta el Membrillo: más allá de las postales". Se trata de la publicación de la investigacion social e histórica acerca del devenir de esta caleta de pescadores del Gran Valparaiso. Un lugar importante para la pesca artesanal sin duda, pero tantas veces reducido solo a una pieza del folcolre, y con ello ignorando que la caleta el membrillo representa un espacio y un sector productivo que demanda mayor desarrollo en todos los territorios y ambitos. Los autores, profesionales de la antropologia, han desarrollado un vinculo etnográfico con el mundo de la pesca artesanal que lleva varios años, por lo que prevemos que sus observaciones serán muy veraces y cercanas a la realidad.

Invitamos a todos a participar de este momento, en escafandras bajo el mar sentimos a esta publicacion como una obra hermana, y estamos seguros que nuestros esfuerzos conjuntos darán fuertes y fértiles frutos. ¡Felicitaciones Cathe, Daniela y Jorge!